A principios del siglo XX, la marca italiana Itala, fundada en Turín, se posicionó como una de las más prestigiosas del mundo, compitiendo directamente con marcas como Mercedes o Napier. El modelo 35/40 HP no era simplemente un vehículo; era una demostración de fuerza y fiabilidad técnica en una era donde los autos aún luchaban por reemplazar a los carruajes de caballos.
Lo más impresionante de este modelo era su corazón: un motor de 4 cilindros bibloque con una cilindrada masiva de 7.433 cm³. En 1906, este nivel de ingeniería permitía al auto alcanzar velocidades y resistencias asombrosas para la época, gracias a una construcción robusta que le permitía circular por caminos donde otros colapsaban. Si bien su fama creció al ganar competencias de resistencia como la Targa Florio, su verdadero valor residía en su chasis de acero y su sistema de transmisión, que lo convertían en el estandarte de la industria automotriz italiana de preguerra. Poseer un Itala en 1906 era símbolo de estatus y de fe en el progreso tecnológico.
